Combinan el espíritu de los antiguos mercados de abastos con la calidad de los mejores bares. Su encanto está en que tienen poco que ver con otros rincones gourmet de la capital; gustan porque son auténticos. Es la segunda vida de las pescaderías, fruterías, charcuterías y otros comercios de espacios como La Cebada, Antón Martín o San Miguel, que cada sábado a la hora del aperitivo se transforman en referentes gastronómicos a precio de coste.
Lo que empezó como un gesto de cortesía hacia el cliente, para probar el género con un vino, se ha convertido en un reclamo al alza para miles de madrileños que buscan productos de primer nivel a un precio asequible. Los propios comercios reconocen que ha sido como un salvavidas contra el abandono progresivo de los mercados en los últimos años.
El mercado de Antón Martín se ubica en pleno centro histórico de la ciudad de Madrid, muy cerca de la Plaza Mayor, de la Puerta del Sol y de la Plaza de Atocha. Situado en la misma plaza que le da nombre, abastece a barrios como Las Letras, Lavapiés, Justicia, conocidos por su ambiente turístico, bohemio, artístico y multicultural. Consta de tres pisos: la planta baja y el primer piso alberga los 65 puestos de productos de alimentación, mayoritariamente perecederos, que ocupan el cien por cien del espacio comercial. La tercera planta está alquilada desde el 2002, a la prestigiosa escuela de baile “Amor de Dios”, dedicada a la enseñanza del baile español.
Han pasado más de 100 años desde que el Mercado de San Miguel fuera inaugurado como mercado de abastos. En la actualidad, este edificio histórico es uno de los principales mercados gastronómicos del mundo, ya que permite a sus visitantes hacer un recorrido por la esencia y los sabores de cada uno de los rincones de España.
El Mercado de la Cebada ubicado sobre el solar donde se vendían cereales, y especialmente cebada, hace ya quinientos años, ahora es un mercado de abastos con vida propia. Situado en la encrucijada de barrios palpitantes como El Rastro o La Latina, y a pocos minutos del kilómetro 0, es un ejemplo de cómo las nuevas fórmulas de negocio -catas de vino, degustaciones de marisco y pescado durante los fines de semana- pueden revitalizar un espacio sin renunciar a su esencia.